Queremos ser felices. Y queremos más y más. Que el dinero nos de el poder y que podamos cenar marisco todas las noches.
Que el vecino nos vea además de limpios, conduciendo el mejor coche. Y no poder dormir porque el que consiguió el éxito ronque y se zambulla en nuestros sueños al día siguiente con un móvil de última generación y una casa de 600 metros cuadrados.
Que nuestro hijo sea el más guapo y que no lleve gafas.
Que se haga de día solo pasear nuestra ruindad avenida arriba, avenida abajo.
Que nuestros amigos nos digan que tienen overbooking en su agenda para vernos. Y finalmente que un día se nos haya olvidado sonreir e irnos de vacaciones con el esfuerzo de una paga extra que ahorramos hace un año.
Que se diviertan otros mientras yo me tiño de gris, pensando en que a lo mejor pude lapidar una fortuna imaginaria.
Y que las risas nos molesten y que a la hipoteca de tu corazón le de un infarto.
Que pise cientos de cepos para humanos, esos que te ponen la vida y las personas.
Que salga la luna y me duerma y al día siguiente no despierte y alguien pueda estallar de jubilo disimulando algunas lágrimas dulces que me den de beber. Las mismas lágrimas dulces que podrían haberme matado en el caso de no haber muerto.
Y que crezca tu melancolía y las ganas de colgarlo todo por un rato; por un rato de varios años...
Que aprenda a saber que mi teoría no es la única. Y que alguien me lo enseñe.
jueves, 20 de septiembre de 2007
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