Nadie puede hacerse cosquillas así mismo.
El cerebro de uno mismo predice lo que cada uno vamos a sentir en respuesta a nuestras propias acciones. Al parecer podemos aprovechar esta facultad del cerebro para defendernos de un ataque de cosquillas: Basta con colocar nuestra mano encima de la mano de la persona que nos las hace...
Hay que probarlo... o dejar que nos hagan cosquillas